CRISTÓBAL CÓZAR ESTÉVEZ
(Autor de esta página )

Nací a las tres de la madrugada un 18 de Marzo de 1943 en Facinas .

Soy el tercero de los hijos de Cristóbal Cózar Valencia y de Ana Estévez Salado.

Pedro Eduardo, Juan Antonio (Nono), y Anita, son los nombres de mis hermanos.

Vine al mundo en la calle Vico la casa que hoy es de Domingo Aguilar, casa que mi abuelo Antonio Estévez Núñez “El Pájaro” -era albañil- y con la ayuda de sus hijos, le construyó a mi madre junto a la que ellos poseían -era la única hija y cinco varones-, estaba la casa situada dentro de una gran huerto, la casa se termino de hacer en el año de 1943, año que yo nací, estaba escrito de la mano de mi abuelo en un ladrillo del techo.

Nací dice mi madre no con mucho peso, me bautizaron en la Iglesia de la Divina Pastora fueron mis padrinos mi tío Juan Estévez y Camila Jiménez

Cuenta mi madre que después del bautizo y cuando ya estaba en la casa me dejaron en la cuna dormido y una cerda que tenían en el corral se escapó y estaba dándome “josicones“, dicen que menos mal que estaba recién lavado y que mi hermano el mayor Pedro avisó corriendo a mis padres y consiguió que no me tocara sino puede que me hubiera comido o destrozado, y esta historia no se pudiera haber escrito.

No conocí a mi abuelo Antonio Estévez, murió al año de yo nacer de un “dolor miserere” debió de ser un tumor o una apendicitis lo que se lo llevó al cielo, pues en ese tiempo la medicina estaba muy limitada y no se pudo hacer nada.

Solo se que el abuelo Antonio me llamaba “malos pelos” pues yo tenia el pelo en la frente con remolinos.

!Como recuerdo mi niñez¡ con el cariño de la abuela Juana Salado Toledo, -madre de mi madre- con su trato cariñosos -nunca le oí alzar la voz, nunca nos regañó siempre nos trató con palabras cariñosas y conseguía que todos le obedeciéramos, quisiéramos y le respetáramos.

En Vico en la casa donde nací pasé muchos ratos con ella, nosotros vivíamos con la abuela para no dejarla sola y menos de noche, en esta casa había un patio con un melocotonero en el centro del patio, que daba unos melocotones grandes y dulces, unos arriates de flores que era la envidia de todos, en otro patio interior las gallinas y los cerdos que siempre tenía mi madre, los recogía por San Isidro que era la mejor época y una vez que estaban criados nunca llegamos a hacer la tradicional matanza con ningunos de ellos mi padre los vendían y con su venta se compraba uno mas grande y mas gordo y con éste si que se hacia la matanza, recuerdo que eran uno blanco y uno negro, se criaban de pequeñitos con biberones de leche y luego con “acemite” y ”manita” (las cascarilla del trigo una vez molido una más gruesa y la otra más fina), que unido a los pastos que se criaban en las cercanías de la casa se ponían pronto grandes y bonitos.

También teníamos una o dos ovejas criadas con biberón desde pequeñas eran muy cariñosa, estas no se separaban en todo el día de la casa comiendo en los alrededores y cobijándose a la sombra cuando apretaba el calor del medio día, se criaban para darnos una vez llegada la primavera, la lana para los colchones de la cama que entonces eran un lujo dormir en uno de ellos, lo normal eran de “ borra”, de paja de trigo o de “farfolla” que eran las hojas secas de maíz, los de lana todas las primaveras se sacaban, se lavaban y se “ vareaban”-consistía en extenderlas en el suelo y darle con una vara larga para que se fueran abriendo los” vellones” y los que no se conseguían había que hacerlos a mano.

En estos tiempos no había de noche mas luz que las de los quinqués de petróleo y los “pericos”, eran torcías regulables dentro del petróleo y un cristal por pantalla. En Vico después de anochecer no se venia nada de nada, en las noches de mas oscuridad teníamos que ir como Dios mandaba por las veredas que los bestias hacían para poder llegar desde el cerrillo hasta la casa, cuando llovía eran fatal, y todo embarrado y mojado hasta los huesos. Ya por los años 1958 se consiguió poner una sola bombilla en la esquina de la casa nuestra pero esta solo estaba encendida desde que anochecía hasta las 11 de la noche después de esta hora todo era oscuridad.

Recuerdo que una noche estando solos mi abuela -que era muy miedosa- y yo pues vimos una luz de lejos entrando por el control y cuando estuvieron cerca de la casa, ellos debieron de ver la luz del quinqué nuestro, pero nosotros lo apagamos, el o ellos aporrearon la puerta, las ventana y nosotros dos no abrimos y estábamos tan asustados que cuando se fueron tuvimos que ir al servicio corriendo (esta casa tenía un cuarto con un water, era una” Orza” de barro sin fondo y sin sifón en un pollete y sin agua corriente), y todo iba a un pozo ciego. Al otro día al pasar yo por la plaza de San Isidro que estaba la pensión del Campanero, ví una moto grande alemana cargada de trastos, esos fueron los que nos asustaron tanto, lo que buscaban eran que les indicáramos donde podían pasar la noche.

Teníamos por vecinos, un poco mas arriba de donde nosotros vivíamos, a ”Curra la Jarriera”, era Curra para nosotros como de la familia, ella me dio de mamar de sus pechos cuando mi madre estuvo mala y no podía darme, Curra que estaba criando a su hija María, me estuvo alimentando varios días hasta que mi madre se puso mejor.

De Curra hay mucho que contar, de las Navidades y año Nuevo, que pasábamos ellas hacían por estas fechas bollitos, buñuelos, tortas y todo lo que por aquellos días de Navidad se hacían en las casas, se cantaban villancicos, historias, de romanceros populares.

Se tocaba la zambomba, los platillos, se restregaba una cuchara en una botella de anís y servia como acompañamiento a los cantes y villancicos, se tomaba café con ron y lo pasábamos muy bien y en familia. Tenia Curra nueve hijos, la mayor Francisca -Currilla para nosotros,-estaba mucho tiempo en casa con mi madre pues le gustaba de coser y estar con las muchachas que cosían con mi madre. Curra siempre estaba con nosotros en todo lo que hubiera que hacer, matanzas, “encalijos” y todas las cosas en la que hiciera falta una persona de confianza y trabajadora en la casa.

Mi madre tenia una tienda en la casa donde yo nací, en Vico tienda pequeña que con los pocos vecinos que había se iba tirando para adelante a pesar de que prácticamente todo era fiado, ya que nadie tenia dinero el que había o bien era de los jornales (pocos, cortos y pagados a destiempo) y lo que se podía vender cogido en el día y según su época bien caracoles, tagarninas, cardillos, quesillos, pajaritos, avefrías chorlitos, en ese tiempo estos animalitos solo se cogían los que eran precisos para comer, los justos, aparte que en aquellos tiempos no estaba prohibidos.

Teníamos en la tienda lo justo y vendible, tocino, costillas, y todos los preparos para hacer el puchero, toda esta chacina se conservaban en sal se cubrían con capas de sal y ese era el mejor conservante de aquellos momentos ya que no existían todavía las neveras o frigoríficos.

El azúcar que entonces venían en sacos de arpillera. Todo esto se pesaba con una balanza de dos platos, en uno se ponían las pesas y en el otro las cosas a pesar.

Recuerdo con cariño que mi abuela les daba a algunas familias que no tenían ni para comer, los alimentos mas precisos a pesar de que mi madre le decía que no se podía dar fiado y mi abuela les daban pena, recuerdo algunas quizás más por sus apodos que por sus apellidos: Juana Cabeza, Juana la Sillera, cargada de hijos, Juana la Pavona, con todos los niños pequeños, a Florentina Camacho que vivía en la parte de atrás de lo que en su día fue o se quizo hacer una ermita o una Iglesia y no se llegó a inaugurar, -no recuerdo por qué- a Florentina se le ahogaron creo que dos hijos pequeños en un pozo que había cerca de la choza de castañuela donde vivían, la Tía Carmen, la mujer de un primo hermano de mi padre se llamaba como yo, se quedó viuda con tres niños chicos, Pepillo se quedó con dieciocho meses era regordete y muy bonito se venia y jugábamos con él

Recuerdo a Luzgarda ya mayor que se pasaba ratos charlando con mi abuela, a Juana Roja que no nos dejaba de acercarnos ni a su casa ni al huerto, le teníamos miedo, quizás por que era muy reservada, a Marcelo que vivía junto a una Iglesia en una casa de obra ya mayor, nos contaba muchas cosas de aquellos tiempos que el tiempo ha borrado de mi mente.

Las “eras”, lugar donde se traían los haces de trigo, cebada, habas etc. para conseguir sacar el grano limpio para su almacenaje o directamente para su venta , en verano la de Joselito el Mellizo era siempre la mas grande y la que mas duraba nos lo pasábamos muy bien jugando y viendo de trillar el trigo con los caballos mulas e incluso vacas, traían los haces de trigo en carretas con dos bueyes tirando de ellas, muy despacito pero con mucha carga, luego la extendían en el suelo le pasaba el trillo con los caballos, y se le iba dando vueltas con los bielgos a todo, y cuando ya estaba bastante pisoteados se venteaban con la brisa o con levante suave con eso se separaba la paga y el grano, luego con unos cedazos o cribas grandes se tamizaban y se median con un medidos de madera, se llenaba y con un rodillo se enrasaba eran media fanegas la medida ya medido se pasaban a los sacos para llevarlos al Almacén del Trigo lugar donde todo el mundo estaba obligado a depositarlo, según ordenaban las leyes de aquellos tiempos, solamente el trigo las demás como habas, cebadas y otros se llevaban a la casa para venderlos o para el ganado para épocas de malos pastos.

!Las ovejas de Rafaela Picazo¡ que las llevaban al campo a primera hora y las recogían por al atardecer. En esos tiempos había muchos “pobres” no como los de hoy sino pobres de necesidad, se venían en la época en que el campamento militar que existía cerca de los Tornos, allí llegaban camiones y camiones, cargados de soldados que venían a hacer el periodo de instrucción, pues estos pobres llegaban con sus carromatos y a la hora del rancho se iban al campamento y allí recogían las comidas, -no eran sobras de los soldados- sino lo que sobraban en las perolas.

Entre estos pobres a veces los mismos de un año a otro venia Perico Trapo, que se dedicaba a parte de coger una borrachera todo los días, a recoger y comprar, botellas, alpargatas de gomas, trapos y poco más, era un buenazo y bebido se hartaba de charlar solo.

Recuerdo que una noche cuando bajamos de la casa de arriba mi hermano Nono y yo al pasar del ”Salón” que era un bar y una de las ultimas viviendas que se veía alguna luz, -ya a partir de ahí solo nos guiábamos con el quinqué que ponía mi abuela en la ventana para orientarnos,- pues bien al intentar guiarnos por una oscuridad que era una piedra de la que nos orientábamos pisamos algo blando y dio un gruñido “que susto nos llevamos corríamos sin ver y el corazón se nos salía del miedo cuando se lo contamos a mi abuela nos dijo que era Perico Trapo que tenia una borrachera muy grande y ya llevaba tiempo durmiendo la mona allí).

También llegaban gitanos y zíngaros, los gitanos no eran muy bien vistos pues siempre que llegaban ellos desaparecía alguna gallina o se moría algún animal (ellos los dañaban por dentro con alambres y otras triquiñuelas y el animal amanecía muerto, ellos como sabían de lo que había muerto cuando lo tiraban lo recogían y se los comían) la Guardia Civil siempre andaban detrás de ellos para evitar, robos y engaños pues se dedicaban también a cambiar vender, caballos, burros, mulos en fin lo que pillaban.

Se celebraban todos los años por Abril la llamada Feria del Ganado, se ponían unos chozas de palos y cañas en la parte final de Vico por debajo de la casa de Curro Quero, allí se vendían y cambiaban todo clase animales, nosotros íbamos a verlos y a escuchar la música de la orquesta que tocaban eran tres días y solo la parte de la mañana, venia ganado de todos los lugares, el Veterinario don José Núñez Pazo los reconocía y certificaba su venta junto con la Guardia Civil que daba la “guía” para poder circular libremente con estos animales.

Allí estaban los fotógrafos del “minuto” dispuesto a hacer las fotos fijas que le pidieran -el fotógrafo llevaba un trípode de madera y ponía una caja grande con un objetivo en la parte delantera y por la de atrás una tela como una manga, que era por donde metía la mano para colocar el papel y hacer las fotos, había que estarse muy quieto pues tenia que darle el tiempo de exposición destapando el objetivo y mentalmente contar varios segundos según estuviera nublado o mucho sol, luego dentro tenía el revelador y el fijador del papel con los líquidos dentro, la primera foto salía en negativo, la volvía a colocar enfrente del objetivo y un soporte volvía a destapar el objetivo y esta segunda foto era la que se le entregaba al cliente, todo esto era un largo proceso que nos entreteníamos en ver nosotros y nos llenaba de admiración.- eran tres días de ir y venir por esa Feria.

Con la modernización esta Ferias del Ganado desaparecieron.

Antes de yo nacer ya mis padres habían estado viviendo en:

En la Plaza de San Isidro, en la casa de Luz Álvarez fue donde se casaron a vivir cuando se casaron, allí nació Pedro en el año 1936.

En la casa de la parte de atrás de la carpintería de Enrique, hoy es un caserón viejo y derruido, allí nació Juan Antonio (Nono) en el año 1940.

Para poder estar mas en el centro del pueblo se cambiaron a la casa que hoy es de la familia de Juan Rodríguez (oba) allí nació mi hermana Anita en 1950

De esta casa es de donde parten casi todos mis recuerdos de mi infancia, pues del tiempo que estuve viviendo en Vico por mi poca edad no tengo muchos recuerdos.

En la casa del paseo como la llamábamos es desde donde intento empezar a escribir mi recuerdo.

Como compañeros y compañeras de juegos éramos varios vecinos y casi todos de la misma edad que la mía y las de mis hermanos.

Con cariño y verdadera amiga de la infancia era Anita Campos, vecina e hija de Antonio Campos y de Antonia Campos, Maruja, la más pequeña, sus hermanos José Antonio y Venancio, esos eran más compañeros de mis hermanos que mío, Nicolás nació más tarde y era como un juguete para nosotros.

Juan Luis el de Fina (Hoy es el SABIO DE TARIFA), mientras estuvo viviendo en Facinas fuimos compañeros inseparables, de juegos y travesuras, su hermano Pepe, mucho más serio que Juan Luis y su hermana.

Sus padres regentaban el Salón de Gallardo un bar. cercano a nuestra casa, la madre de Juan Luis era una asturiana que cocinaba muy bien y nos daba tapas de las que hacia para el bar. Eran unas delicias, nos poníamos morados y después cuando llegábamos a la casa no teníamos hambre ninguna.

Chanito (Chan Álvarez Cabeza) en las fechas que estoy escribiendo esto es el Alcalde de la Entidad Local Autónoma.

Jugábamos a lo normal de aquella época, cochecitos de piedra, o de latas, al “tocader”, a la cuerda, a coger a escondernos, a hacer presas cuando llovía, en medio de la calle, a las bolas o canicas, hacer figuras con el barro y alguna vez que otra a las “casitas” con las niñas. No teníamos mucho material para jugar, y los juguetes quien los tenía eran que muy pocos los trataban como puros tesoros y mas de adornos que para jugar.

Nos peleábamos, tengo cicatrices en la cabeza de las piedras que me dieron, recuerdo que una vez Anita me acertó con una piedra en mi cabeza y me hizo un “piquete”, pero yo no quise decir que fue ella la que me dio con la piedra y dije que fue “Herrerica” un vecino mayor que vivía en el callejón para dentro del paseo, mi padre que entonces eral Alcalde le llamo la atención al chaval que sin tener culpa pagó mi mentira.

Nuestros juegos se compartían con las hijas de Paco Ariza, las de nuestra edad, Pastora, y Angelilla, que era un “bicho” siempre nos pegaba a todos, también las mellizas del “conilato” Calderón que vivían un poco mas debajo de Anita Campo, tenían hermanos mayores (la verdad es que no he vuelto a saber nada de ellas). Ignacio Gómez era hijo del peluquero Antonio Gómez y de Aurora que tenia la peluquería en la casa de al lado este fue un amigo de nuestros juegos también, y después de mayor seguimos siéndolo la ultima vez que estuvimos juntos fue cuando me toco hacer el servicio militar obligatorio en Paloma Alta y el estaba de cabo 1º, después se fue destinado a Pamplona y no he vuelto a saber nada de el.

A veces los mayores nos dejaban a los chicos jugar con ellos, al Guerrero del Antifaz, con espadas de cañas o de maderas, uno de los grandes juegos de los mas mayores era volar las cometas, se las hacían ellos y hay que recordar como las hacían, con papel de periódicos, papel de seda para los flecos y la cola de trozos de trapos, que ni eso había mucho en esa época, para pegarlas se usaba “engrudo” harina de trigo con agua, ese era el pegamento que teníamos.
Recuerdo que mi hermano Nono y José Antonio Campos hicieron una con papel de sacos de cemento aquello sonaba como un avión y volaba muy alto lo máximo que nos podíamos permitir en cuerdas anudadas trozos a trozos.

En el Salon de Gallardo se daban bailes en las fiestas y nosotros nos poníamos en el lugar que estaban los músicos, para escuchar y algunas veces nos dejaban tocar los instrumentos, uno de los músicos del que solo recuerdo se llamaba Miguel era el de la trompeta ese era el que mas nos dejaba que soplábamos y tocar las batería.

Había un Teatro estaba detrás del salón, era de Pepito Gallardo, en dicho teatro se podían ver y escuchar cantantes de aquella época, yo recuerdo a la Niña de la Puebla, de los demás no recuerdo sus nombres y alguna obra de teatro que otra.

Mi hermano Nono y yo siempre íbamos juntos a todos los sitios, éramos niños poco traviesos y si muy formales, pero a pesar de ello “cobrábamos” de vez en cuando, por cosas que en aquellos momentos no entendíamos, una de las veces que “cobramos” con “la Micaela” (era la correa con la que mi madre nos “pagaba”) fue porque en aquella época las personas que fallecían eran traídas a Facinas cargadas en bestias, enfrente de nuestra casa estaba el garaje de Antonio Camacho y en la puerta eran donde esperaban el difunto y los acompañantes al sacerdote que vestido con capa negra y tres monaguillos portando la cruz y las velas, el cual rezaba y recibía al difunto y desde ahí se acompañaba hasta la Iglesia y al cementerio.

Había algunos difuntos que desgraciadamente no tenían -nunca mejor dicho -“ni donde caerse muerto”-, y a estos los traían entre dos haces de castañuela y envuelto en una sabana.

Pues bien a nosotros los chavales no se nos ocurrió otra cosa que ponernos a jugar en donde habían puesto en el suelo al difunto, que por lo visto su muerte se debió a una enfermedad “rara” de aquellos tiempos, pues por eso “cobramos” ese día.

El padre e Ignacio Gómez se hacia apuestas de que con la boina que utilizaba era capaz de cazar al vuelo a un murciélago se apostaban poco una copa de vino u otra cosilla y la verdad es que lo ¡¡¡conseguía¡¡¡, eso era al atardecer y tiraba la boina al vuelo y los cazabas, luego los soltaba, tenia esa habilidad para conseguirlo.

Con Juan Luis el de Fina nuestro Sabio de Tarifa, todas las monedas que recogíamos o “sacábamos“ de las huchas de el o de la mía, nos lo gastábamos en comprar tortas de mantecados de Inés Rosales que vendía Manolito Camacho nos íbamos a la Roza a unas piedras que había allí y nos las comíamos.

Una vez a Juan Luis y a mi nos dio por criar conejos, no se le ocurrió otra cosa que irnos a la sierra a buscar madrigueras para coger conejos chicos, nos recorrimos toda la sierra y no vimos ni una madriguera, se nos hizo de noche y lo pasamos con mucho miedo, menos mal que cuando volvimos en la casa no se habían dado cuenta de nuestra travesura.

Cuando tenía yo seis o siete años y mi hermano Nono dos años mas, pues nos llevaron a Algeciras a los dos para operarnos de admidalas, -en esas fechas era una operación delicada- teníamos las admidalas casi siempre inflamadas y le aconsejaron a mis padres que nos operaran que mejoraríamos mucho, como así fue.

La operación se hizo en una casa de la Plaza Alta de Algeciras y recuerdo que me cogió mi tío Pepe- un hermano de mi madre- en sus brazos me cogió las piernas con las suyas y el medico me puso un aparato en la boca que me impedía de cerrar y desde allí le peco un corte a cada una uno de los lados de mis agmidalas, tuvimos que hacer noche en casa de mi abuela Juana que estaba en Algeciras con sus dos hijos Juan y Pepe, el medico le dio a mis padres unas instrucciones escritas (está en Documentos interesantes) conservo dicho documento como una reliquia.

Otro recuerdo que me viene a la memoria fue cuando el padre de Ignacio Gómez, que también tenia una niña llamada Chanita mas pequeña que Ignacio, se puso a dar con cal la puerta de entrada y se le resbaló la escalera y cayó el padre y la escalera encima de Chanita y al darle en la cabeza le cortó un trocito de lengua, que mal o pasamos se quedo bien pero no pronunciaba las palabras con facilidad.

A Ignacio le paso otro percance por aquella época, jugando a las espadas no recuerdo quien fue le clavo en el cielo de la boca la espada no fue muy profunda pero chillaba que daba miedo, afortunadamente si consecuencias.

En todo ese tiempo nosotros nos teníamos que portear el agua desde la fuente del paseo de arriba hasta nuestra casa, en cantaros, cubos de cinc y a veces en los barreños, en aquella época no había agua en las casas, todo el mundo tenia que acarrearla desde las tres fuentes que había, algunos como era nuestro caso teníamos un pozo en el patio de la casa eso era una gloria pues para lavar la ropa y otros menesteres la teníamos cerca.

La luz eléctrica nos la daban con un “cazo” y la verdad es que lo pasábamos mal sobre todo en invierno, nos daban la luz desde el motor del pan de la familia de Diego Rosano, solo teníamos unas tras horas de luz la daban al anochecer y sobra las once u once y media después de tres guiños que nos daban la luz se apagaba, nos teníamos que alumbrar con quinqué de petróleo y con velas o mariposas de aceite, toda una odisea, sobre todo para poder leer o estudiar, las noches se hacían muy largas, había algunos aparatos de radio de válvulas que funcionaban con unas pilas llamadas de teléfonos, eran de 1,5 v y se unían para poder tener 12 o 24 voltios con esas pilas se conseguía escuchar las novelas y las canciones de aquella época, las de discos dedicados.

Del teléfono es un caso aparte, teléfono en Facinas había muy pocos, el cuartel de la guardia civil, el medico, el ayuntamiento el casino y varios mas como eran los tratantes de ganado y algún que otro comercio; los teléfonos eran de cajón colgados en la pared y para llamar había que darle vueltas a una manivela que era la que producía la corriente, entonces salía la telefonista de la centralita y te preguntaba con quien te querías poner, si era fuera de Facinas te daban las ”uvas” pues solo había unas dos o tres líneas y siempre estaban sobrecargadas, te podían tardar un montón de horas y casi ni se podía escuchar bien sobre todo cuando había levante del fuerte.

El levante de aquella época que estamos contando no tiene nada que ver con el levante de hoy, aquello eren verdaderos vendavales, rodaban las piedras y las tejas, había callejones que no se podían cruzar cuando estaba “loco” el dichoso levante, la esquina de Manuel Quintana que era una panadería (hoy de la familia Melero), allí había un poste de la luz y había que agarrarse a el por que te llevaba el levante de fuerte que corría por ese sitio.

La panadería de Manuel Quintana era una panadería familiar y funcionaba con un sistema de hacer el pan un poco particular propio de aquellas fechas, dado que el trigo estaba muy controlado, había que llevarlo todos al Almacén del trigo que estaba en Vico, y llevar a molerlo al motor del pan de la Familia Rosano que luego fue de Juan Manga, pues bien en el horno de Manuel Quintana se amasaba la harina que tu habías llevado y el de alguna otra y se amasaban todo juntos pero tenían que amasar y hacer el pan las personas que ponían la harina ese día, como normalmente eran las mujeres mas jóvenes de la casa pues era un trabajo duro a esos hornos se les llamaban “hornos de polla” al panadero se le pagaba con pan que el mismo vendía a otros vecinos que no estaban en ese sistema y a los que estaban les iba dando el pan a cada día con un pan diario hasta que se agotaba tus reservas, lo mas curioso era el modo de llevar las cuentas del pan que tu retirabas, se hacia con un trozo de caña partida por la mitad se ponía los kilos que te pertenecía y el nombre y cada vez que retirabas un kilo te hacían una muesca en la caña como control del pan que tu te llevabas hasta llegar al tope.